Riendas sueltas


Me resulta bastante difícil, pero lo voy a intentar otra vez. Resulta complicado porque es difícil escaparle a la crisis, o a su eco, mucho más perverso y devastador. Pero lo voy a intentar. Merece la pena intentar escribir sobre un raro color que no figura en ninguna bandera y una forma que no denota... por eso es difícil. Allá vamos.
No me atrevo.
"Siempre he querido tener una masa de flagelos extendida sobre la almohada amarilla que tenían los ángeles del cielo. Siempre lo he querido y al final lo he conseguido. Lo he tenido todo y no tengo nada. Por eso anhelo aquel día amarillo del mes de acuario.
Redondo, amorfo, disconforme con todas las palabras y los sonidos. Me pasé todo el día en el huerto y traje un ramillete de nabos rojos de color azul. Y no me contéis historias y cosas raras sobre el verdadero color de las cosas. Sabéis que el color de las cosas tiene varios colores enfermizos, adulterados, infectados por un virus... Estoy entorpecido. En otras ocasiones no quedaba embarrancado en este lago que no me deja respirar cuando... Vuelvo a los colores. Sabéis que ya no quedan muchos porque también se acaban los tintes en las fábricas que fabrican detonantes y martirios. No queda nada sobre el umbral de las Azores ni en los mares, en las olas que mecen los sombreros de paja seca, amarilla... ése es el color que aparece siempre en este escrito, el color del sol, lo más bonito, lo más precioso que tenemos después de las hierbas verdes y las flores. Sí, el amarillo, el color que tienen los ángeles en sus ojos clavaditos en naranjas valencianas".
Quería escaparle a los colores, las ideas, las banderas... y se ha inmiscuido el amarillo.
Ya está bien, por hoy. Pronto soltaré de nuevo las riendas para que mi caballo sea libre en los campos. Libre como estas hierbas. (Foto de Suso desde el interior de un autobús).

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