La técnica alimenticia de la culebra

Esta culebra de aproximadamente un metro de longitud tuvo la mala suerte de cruzar la carretera cuando no debía. Quizás ni siquiera quería continuar explorando el territorio al otro lado de la negra frontera y simplemente se calentaba sobre el alquitrán cuando una de las gomas le aplastó la tripa o la cabeza. Me la encontré pasado Cantallops donde, por cierto, un error de interpretación de la guía me costó la friolera de casi diez km. de rodeo. A juzgar por la estilizada pinta del pobre bicho, debía hacer bastante tiempo que no probaba lagarto, sapo ni rana.
Pensé mucho en ella durante mi excursión; concretamente en su peculiar forma de alimentarse y en su metabolismo. Me acordé de su manera de comer porque la Transpirenaica también me estaba obligando a alimentarme como lo hacen ellas, es decir, a base de grandes atracones. La nula natalidad y el abandono de los pequeños pueblos por donde pasa la ruta, han cerrado muchos restaurantes y tiendas de comestibles. Otras veces tenía la mala suerte de pasar cuando estaban cerradas.
Recuerdo un día que pasé con agua desde las nueve de la mañana a las siete de la tarde, hora de llegada a Fiscal, donde puse en práctica la técnica alimenticia de la culebra tras repostar en un supermercado de inauguración reciente. Primero inyecté algo rápido en vena, concretamente un litro de rico Cacaolat y un brazo de gitano de unos 400 gramos, en total cerca de 3.000 calorías. Después engullí un par de bocadillos a base de sardinas y caballa en escabeche, un tomate de 200 gramos, 2 kiwis, Kas de limón y un café para espabilar. Al final debieron ser como mínimo en torno a 4.000 calorías ingeridas en una sola comida; pero mi estómago no se había deformado como el de una culebra, sino todo lo contrario; cuanto más le echaba, más encogía.
No comí nada hasta el día siguiente a las once de la mañana. Por la noche fue todo más fácil y práctico. En la tienda sólo metí la esterilla, el saco y medio litro de agua.
Esa noche le dí bastantes vueltas a la forma que tienen de alimentarse las serpientes y las culebras, un sistema que probablemente ponga en práctica el próximo invierno en Escandinavia: enlazar pueblos distantes como máximo a 100 km para alimentarme en el interior de la propia tienda de comestibles y no tener que derretir nieve para beber ni transportar alimentos que se congelan fuera al instante.

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