La técnica alimenticia de la culebra

Pensé mucho en ella durante mi excursión; concretamente en su peculiar forma de alimentarse y en su metabolismo. Me acordé de su manera de comer porque la Transpirenaica también me estaba obligando a alimentarme como lo hacen ellas, es decir, a base de grandes atracones. La nula natalidad y el abandono de los pequeños pueblos por donde pasa la ruta, han cerrado muchos restaurantes y tiendas de comestibles. Otras veces tenía la mala suerte de pasar cuando estaban cerradas.
Recuerdo un día que pasé con agua desde las nueve de la mañana a las siete de la tarde, hora de llegada a Fiscal, donde puse en práctica la técnica alimenticia de la culebra tras repostar en un supermercado de inauguración reciente. Primero inyecté algo rápido en vena, concretamente un litro de rico Cacaolat y un brazo de gitano de unos 400 gramos, en total cerca de 3.000 calorías. Después engullí un par de bocadillos a base de sardinas y caballa en escabeche, un tomate de 200 gramos, 2 kiwis, Kas de limón y un café para espabilar. Al final debieron ser como mínimo en torno a 4.000 calorías ingeridas en una sola comida; pero mi estómago no se había deformado como el de una culebra, sino todo lo contrario; cuanto más le echaba, más encogía.
No comí nada hasta el día siguiente a las once de la mañana. Por la noche fue todo más fácil y práctico. En la tienda sólo metí la esterilla, el saco y medio litro de agua.
Esa noche le dí bastantes vueltas a la forma que tienen de alimentarse las serpientes y las culebras, un sistema que probablemente ponga en práctica el próximo invierno en Escandinavia: enlazar pueblos distantes como máximo a 100 km para alimentarme en el interior de la propia tienda de comestibles y no tener que derretir nieve para beber ni transportar alimentos que se congelan fuera al instante.
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