Gijón-Puerto de Pajares. Atascado.

Durante el día, todo va sobre lo previsto. Avanzo a buena media y ceno al caer la noche en un bar de pueblo bastante modesto. Lo regenta una pareja de inmigrantes con una división del trabajo bastante peculiar. La mujer, detrás de la barra, sirve cerveza a su marido y los amigos de éste y, entre caña y caña, me prepara a mí el plato combinado que le he pedido.

Es atenta y educada a más no poder, cosa que agradezco tras tantas horas de esfuerzo.

Bien entrada la noche, preparo de nuevo la mochila, me coloco la frontal, pago... y me dejo el teléfono olvidado encima de un radiador.

Menos mal que lo echo pronto de menos y regreso corriendo, no vaya a ser que se le antoje a alguien.

Al llegar a Llanos de Somerón, me atasco.

Es medianoche. Estoy a unos 6 km de Pajares y el GPS me dice que abra o salte una cancela. Como no me atrevo, doy varias vueltas por el pueblo, pero los satélites insisten en que debo entrar en... ¿una finca privada atestada de vacas bravas, carneros con grandes cuernos o perros sueltos?

Al final decido pedir ayuda en aquél pueblo fantasma.

Lo intento en la única casa que tiene una luz encendida. Pero no me sirve de nada aporrear la puerta y la persiana. Nadie me escucha en el interior de la vivienda, donde un televisor vocea a gran volumen las noticias.

-Seguro que es un viejecito y está muy sordo -me dije mientras bajaba las escaleras.

En la parte alta del pueblo salía un pequeño resplandor del interior de otra vivienda. Me acerqué a ella y, afortunadamente, no me hizo falta golpear de nuevo en la puerta o la ventana.

Su morador era cauteloso y prevenido. Le hablé a dos metros de distancia sobre el tema de la cancela...

-No le recomiendo ese camín -me dijo.

-Es el que me indica éste cacharrillo -se lo enseñé dando un paso al frente.

-Hágame caso, señor, a menos que quiera llevar unos buenos mordiscos -me aconsejó para prevenirme de un serio peligro.

Foto de Suso. Pajar asturiano.