Cabezón de la Sal. Pánico escénico.


En Potes, dos colacaos calientes y los restos del sobao que compré en Cistierna.
Bajando  el desfiladero de La Hermida me quedo boquiabierto, aunque siempre voy muy atento debido  al tráfico de autobuses que circulan en ambos sentidos. Claro, es viernes.
Comienza a llover.
Panes, Pesués, San Vicente de la Barquera, La Revilla...
Sigue lloviendo.
Decido parar a cinco kilómetros de Cabezón para comer en un restaurante de la carretera. Voy calado hasta los huesos.
Solo llevo la camiseta que va puesta, así que como mientras se seca en el cuerpo.
La garganta da cada vez más la lata y me cuesta mucho tragar.
Al llegar a Cabezón me dirijo directamente al pabellón donde puedo ducharme y pronto entablo amistad con un muchacho que participa en la prueba de bicicleta. Me presta su furgoneta para descansar, pero no logro dormir.
Tengo miedo a la carrera a pie. Pánico escénico a quedar tirado nada más salir debido al sobreesfuerzo realizado sobre la bicicleta: casi 500 km en menos de dos días. Por eso en la salida no me despego de Abel.
La foto es de Manuel Fernando Beltrao Vilela, también participante en la carrera, momentos antes de    salir de Fuentes.

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