De Castroverde a Cabezón en bici. Dos horas de cama.


La habitación de Cistierna (Hostal El Cruce) tenía muy buena pinta, aunque yo sabía de antemano que poco la disfrutaría.
Ducha rápida, malla corta limpia, zapatillas sin calcetines y chaleco reflectante sobre los requemados cueros, sin nada más, para no cantar en la camilla de la fisioterapeuta. Al llegar fue lo primero que hice, explicarle el porqué de mi estrafalaria y parca vestimenta. Le dio poca importancia y contestó que me diera crema protectora.
Le expliqué brevemente el reto en el que andaba metido y lo del rotuliano izquierdo, aunque el derecho también comenzaba a molestar debido al protagonismo que la pierna derecha empezaba a tener. Tras realizar su trabajo (masajes y ¿ultrasonidos?) me recetó también descanso y hielo.
Pasé por el super. Crema hidratante, leche, kiwis, sobaos y hielo.
De siete a nueve, alimentación y preparativos. De nueve a once, descanso, tras bajar previamente todas las persianas.
A las doce  me pongo de nuevo en marcha, sentido Riaño, con el firmamento despejado y las estrellas guiñando, por el medio de la carretera, atento únicamente al ruido y a los focos de un par o tres de coches que me adelantaron en toda la noche.
Solamente me crucé con uno, el de la Guardia Civil de Tráfico. Ambos hicimos intención de parar pero al final continuamos los dos para  delante después de reconocernos mutuamente. Nos volveríamos a ver en el embalse de Riaño. Más tarde explicaré qué aconteció en ese nuevo encuentro.  


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