De Castroverde a Cabezón en bici. Primeras pedaladas.


Cada vez me cuesta más escribir sobre lo ya acontecido... quizá porque lo pasado ya no me dice absolutamente nada y todo intento objetivo de reproducirlo es iluso y vano.
Salí en bicicleta desde mi casa de Castroverde el día 16 de mayo a las 22.30, media hora antes de lo previsto, debido a la inquietud y el miedo. 
Los dos primeros kilómetros los realicé caminando para evitar un pinchazo en la pista de tierra que me llevaría al Alto de la Baqueriza, el primero de los tres puertos que me comí aquel día.
Ya en la carretera asfaltada, la bajada fue un placer. Después llegó un tramo llano donde experimenté por primera vez una bonita sensación: la bici andaba sola, como si fuera una moto, pero sin hacer ruido. Yo iba montado en ella y notaba que pedaleaba, pero no me costaba absolutamente nada. Pensé entonces que todo ello podía ser debido a las características del terreno o a la pasta que me había comido.
Antes de llegar a Becerreá paré un buen rato en la casa de María Jesús. Esa tarde habían plantado las patatas y estaban acabando de cenar. Me tomé un café y un chupito y me preparé de nuevo para afrontar otro puerto, esta vez más recio.
Subiendo a Piedrafita volví a experimentar la misma sensación anterior. Disfrutaba con la bici y no me cansaba. Al pasar por el alto llevaba ya unos 53 kilómetros;  aproximadamente, ya que en la bici no llevaba "cuenta" ni GPS.
La bajada, en cambio, fue un verdadero calvario. Solamente tenía una camiseta de manga corta y chubasquero fino y ambas cosas no fueron suficiente. Pero tuve suerte, ya que el restaurante de Vega de Valcarce no cierra en toda la noche. En él me tomé otro café y un cruasán.
Al pasar por Ponferrada aún no había amanecido y sumaban ya más de cien kilómetros. Dejé la N-VI para evitar los túneles y me encaminé a Torre del Bierzo, la carretera vieja en la que se me hizo de día. Ahora sí que comenzaba un puerto duro.  

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