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Reto 5. Decepción y premio (y 8).

Tardé poco en tomar la decisión de entrar en el restaurante al ver la pinta que tenía el día.
La decepción quedaba suficientemente compensada con el premio que obtendría: calor y comida, interrupción de la humedad y el dolor y, más tarde, cuando me llevara mi mujer a casa, ducha y cama blanda...
La verdad es que no he echado de menos la esterilla para dormir. En Lugo-500 ya no la usé, aunque aquella aventura fue en verano: 500 km en poco más de 5 días, con todo menos el agua en una pequeña mochila. Tenía libertad para ir a dónde quisiera mientras el GPS acumulaba esos kilómetros.
Lo primero que hice al entrar en el restaurante fue plegar la manta impermeable en el suelo. Después pedí una bolsa para vaciar toda la comida que traía en los bolsillos, cuyo valor sería de unos 3 euros. Había consumido una bolsa de pipas peladas, otra de cacahuetes y algo más de un paquete de galletas de 200 gramos. Al igual que en Reto 10, en torno a 1 euro a los 100 Km, sin contar la fruta que encontraba en la cuneta, principalmente manzana.
Reto 5 no se terminó por culpa de la lluvia, el viento y una capelina-saco mal diseñada. Ahora, en cambio, lleva casi un mes sin llover. Durante estos días hubiera sido suficiente con las zapatillas, un saco con su capa inferior impermeable, la comida, la linterna frontal y el mono.
Pero debía salir en aquellas fechas... y no dejar pasar el celo para copular con la Naturaleza, sin preservativo, casi a pelo.
No sé por qué, pero tenía que ser forzosamente en aquél momento.
¿Porque así estaba ya escrito?
¿Porque la consecución y el éxito matan los sueños?
¿Como aquél amor imposible que vivimos de niños?
O de no tan niños.

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