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Once. Hacía mucho tiempo que no me había reencardado (2)

Quedé con Alberto el día 4 de enero a las ocho de la mañana en el centro de Araia.
El día 2 habíamos estado cenando juntos en Alsasua, aunque yo no me encontraba bien debido a que me había tomado un par de pastillas del mareo para soportar el viaje en bus desde Lugo.
A las 7 y media el reloj del pueblo tocó dos veces.
Me gusta vivaquear escuchando las campanadas procedentes de las iglesias. Entre cuarto y cuarto puedes dormir y descansar una eternidad y, al mismo tiempo, multiplicar el tiempo igual que se hizo con los panes y los peces, para disfrutarlo y saciarse de él.
Alberto llegó a las 8 menos cuarto, lo cual indicaba que aquello le gustaba y se lo había tomado en serio.
A esas horas había ya mucho bullicio en Araia.
Pensé que era gente del botellón que aún no había rematado la fiesta. Pero después comprendí que no.
ERA GENTE REUNIDA PARA SUBIR A LA MONTAÑA!!!
Algo que hacía mucho tiempo que no había visto yo. Algo que no ocurre en Galicia, por lo que sea, quizás por falta de tradición.
A lo largo de la vida vamos transformándonos en un montón de personas diferentes. Cada minuto que pasa ya no somos los mismos. Mueren y nacen nuevas células, cambia la forma de pensar y de sentir...
Suso es el resumen o la suma de miles de Susos, casi tantos como días he vivido.
Y gracias al Once me he reencarnado en alguno de ellos.
Entre las 8 y las 9 de la mañana, más o menos, me convertí en el Suso adolescente que se estaba iniciando en la montaña, con sus gordas botas de cuero; esperando en la Plaza de Cataluña (Barcelona) a que llegaran más compañeros para subir a Los Pirineos, igual que lo estaban haciendo en Araia.
El aire frío arañando la cara de madrugada, como en aquella ocasión, hacía ya muchos años, no era mi enemigo, sino algo necesario para que la "expedición" tuviera sentido; el aire frío arañando la cara o mordiendo las puntas de los dedos de los pies.

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