Anfibia invernal Porma-Riaño. Salir pitando (4)



Comenzó a amanecer antes de llegar al collado de Viego. Saliendo del pueblo, aún de noche, habíamos decidido que sería mejor transportar el kayak en un todoterreno aprovechando que Armando tenía que arreglar unos asuntos en Boñar. Era muy importante no perder tiempo en el tramo Viego-Valbuena del Roblo, ya que la gran nevada estaba cada vez más cerca, y se corría el riesgo de que mi coche quedara atrapado un par de semanas o más en el Puerto de Tarna, sepultado bajo 2 0 3 metros de nieve. 


Antes de llegar a Valbuena del Roblo recibí una llamada de la Guardia Civil. La habían avisado desde la fonda del Puerto de Tarna al ver que mi coche seguía en el mismo lugar desde el lunes por la noche, cuando, dicho sea de paso, se negaron a abrirme para darme un plato o una cama calientes, o, simplemente, para preguntarme si necesitaba algo más importante aun.
Sobre estas líneas, rastro de un jabalí. 


Selfie con Raúl pasado el Collado de Viego.


En Valbuena comenzó a complicarse el tiempo y, en Las Salas, se puso a llover muy fino. Pero, afortunadamente, habría una tregua justamente hasta que llegara a Burón, ya de noche, tras palear en el pantano de Riaño en torno a 4 o 5 horas, de forma demasiado lenta debido a las fotos realizadas en el trayecto.


A este perro lo había trincado el lobo o el hambre, o las dos cosas al mismo tiempo. Igual les había ocurrido a los corzos que nos habíamos encontrado en el camino, acosados hasta la muerte por las pandillas bien organizadas de astutos zorros. Solo le habían dejado la nariz y el morro, quizás solidariamente, para permitir que su alma se  orientara y se alimentara en el camino que lleva al paraíso canino.



En torno a las 2 de la tarde comencé a preparar el tercer embarco. Esperaba llegar de día a Burón y no encontrar placas de hielo que me impidieran saltar a tierra.



Hasta pronto, amigos.


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